jueves, febrero 22, 2007

Extrañar al otro



Uno de los elementos que confirman nuestro amor a alguien es, precisamente, el extrañarlo, el sentir con pesar su transitoria ausencia; el faltarnos su rostro, su mirada, su voz, sus gestos, sus alegrías e,incluso, sus enojos; en fin, todo lo que cotidianamente vivimos juntos y no queremos que desaparezca.

Cuando un hombre echa de menos a una mujer, suele volverse más melancólico y retraído. Cuando una mujer extraña a un hombre, suele estar más vulnerable e inquieta. Ambos deseamos la presencia del otro con acentos anímicos diferentes, con sentimientos que, sin embargo, ahondan en la misma tristeza o pequeña pena de no estar, aunque sea momentáneamente, con aquel a quien se ama.

Cualquier viaje, cuando separa y aleja, suele ser un espacio en el que el alma está más sensible a la ausencia y añora, más temprano que tarde, el retorno al propio hogar, el regreso hacia la intimidad de la que nos hemos distanciado por un breve tiempo y que configura el ritmo habitual de nuestra existencia.

Mientras no es posible esta vuelta, es necesario, para bien de uno mismo, intentar distraer el espíritu sin dejar de pensar en la persona amada, para que así el tiempo transcurra más rápido y la espera, entonces, sea menos impaciente y más gozosa, ya que así la alegría anticipa el anhelado reencuentro