miércoles, abril 05, 2006

Perdón


Hay tres palabras básicas para orientarse y expedirse en un país desconocido, cuyo idioma no se maneja. Ellas son "Sí", "Gracias" y "Perdón". Tienen en común la humildad, la delicadeza y el anudamiento de un vínculo positivo con el interlocutor. Conforman, además, un triángulo indisociable : cada una de estas palabras contiene, presupone y exige la coherente articulación de las dos restantes.
El que sean indispensables para darse a entender en país extraño no excluye su vital necesidad para comunicarse y vivir bien en el propio. La pertinaz obstinación por resaltar los aspectos negativos de las personas y de los acontecimientos suele atrofiar, por desuso, la capacidad de reconocer los bienes recibidos y termina generando el insaludable síndrome del acreedor nunca satisfecho. Personalidades asertivas, agradecidas y compasivas aportan el sustrato mínimo exigible para que la convivencia sea humana. El déficit del Sí, del Gracias y del Perdón es sinónimo y causal de distanciamiento, desgarramiento y perpetua odiosidad.
En especial el déficit del Perdón. Como su etimología lo sugiere, es un don perfecto. El que perdona, dona lo máximo que podría y lo dona en modo total y definitivo. Es, el suyo, un acto de misericordia y por tanto de amor, portador de los rasgos que cualifican el amor divino : gratuidad, pura benevolencia, suprema alegría de dar sin medida. Como todo lo que es divino, el acto de perdón sólo suscita vida y regocijo : hace vivir y alegrarse al que recibe el perdón, y eleva, al que perdona, a la categoría del Dios rico en misericordia. Es, el perdón, un acto de fuerza o potencia, sólo comparable con la potencia divina que creó el universo. Aun lo supera, porque si para crear el mundo y a los ángeles se necesitó la omnipotencia de Dios, para perdonar a un pecador se requiere misericordia. El acto de perdonar es la máxima expresión de la potencia divina y humana. Es, por último, el perdón un acto de justicia. La justicia divina da a todo hombre lo que es suyo, y al "suyo" de cada hombre pertenece su parte de miseria que interpela y atrae como imán la divina misericordia. También entre los hombres subsiste una sola deuda: amarse y por ello perdonarse. Quien hoy es juez o acreedor de su hermano será probablemente mañana su deudor o reo en la misma causa. La disposición a perdonar juega a favor del mismo que perdona : será un día medido con la misma vara con que midió.
Perdonar es un acto de libertad y liberación. Quien mantiene su firme voluntad de cancelar los agravios sufridos revela y afianza con ello su señorío sobre sus pasiones. Más que liberar al otro del agobio de la deuda insoluta, se alivia a sí mismo, recuperando su amenazada vocación de ver al otro como su otro yo. Los fantasmas del pasado, que lo mantenían en cadena y en ascuas perpetuas, son desalojados del corazón. Ya puede su mente volver a soñar proyectos y caminos de paz. La cancelación, perpetua e irrevocable, de las facturas siempre enrostrables emerge como la única superación del circuito perverso del odio y de la venganza, con frecuencia maquillados de amor a la justicia.
El perdón, personal y social, es el acto y actitud más conforme a la naturaleza del hombre y de Dios. Su negación lleva la huella dactilar del enemigo de ambos.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

dios no existe...

4:29 p. m.  

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