lunes, noviembre 07, 2005

Fracaso ideológico y liberalismo

El discurso político actual respecto del “diseño”de la sociedad ideal dista mucho de ser una novedad. Ya hace más de 2.300 años Platón -según algunos el primer comunista de la historia- intentó, sin éxito, construir su ideal de República en Siracusa. La República perfecta, pensaba, debe ser dirigida por filósofos, pues son los únicos capaces de aproximarse al conocimiento del bien. Platón era un convencido de que éste se encontraba en el mundo de las ideas y que era cognoscible sólo a través del ejercicio intelectual, específicamente, la dialéctica. La filosofía platónica nace así del rechazo a las condiciones reales del mundo y la vida planteando la existencia de realidades superiores, ideales hacia los cuales debiera dirigirse la realidad. El idealismo surge entonces, como una respuesta al sinsentido e inhumanidad que es capaz de exhibir la existencia terrenal.
Esta forma de apreciar la realidad ha permanecido en Occidente hasta el día de hoy. La resistencia a la resignación de que la realidad no es perfecta y la búsqueda constante de fórmulas que nos permitan aproximarnos a lo ideal son manifestaciones de este espíritu platónico. Pero ¿ por que fracasó Platón en la construcción de la República ideal si el diseño teórico era perfectamente lógico y coherente? La razón es en realidad bastante más sencilla de lo que parece, y es por lo demás la misma por la cual han fracasado las ideologías -socialismo y nacionalsocialismo y ahora los estados de bienestar- en construir sociedades o mundos perfectos: son contrarias a la realidad, a la naturaleza del mundo y al ser humano. Bien lo ha dicho Revel al sostener que toda ideología es intrínsecamente falsa por sus causas, motivaciones y fines por no aceptar la realidad ni como fuente de información, ni como fundamento de la acción. En lugar de servirse de la realidad para establecer principios o derivar reglas, las ideologías la niegan pretendiendo encontrar en el mundo de las ideas la respuesta a todos los problemas.El liberalismo económico por el contrario, se sirve de la observación de los fenómenos para descifrar los medios más favorables para la consecución de ciertos fines.
Reviste por lo tanto, más bien un carácter empírico en sus fundamentos lo que lo acerca a la ciencia. De hecho, Adam Smith comienza su célebre obra La riqueza de las naciones efectuando observaciones respecto del éxito de ciertos países, esforzándose luego por distinguir en su economía los rasgos y métodos que pueden explicar las diferencias en su riqueza, para finalmente extraer indicaciones recomendables. Este es precisamente el factor que explica la viabilidad y éxito del pensamiento - o método- liberal de origen anglosajón y el neoliberal posterior. Quien es liberal verá en cada problema una oportunidad, una situación susceptible de superarse siguiendo y sirviéndose de reglas del juego previamente dadas. Quien no es liberal verá un fracaso del sistema, una situación inaceptable que repugna su conciencia moral, pues a fin de cuentas, esta no se ajustará a ese ideal que posee de sociedad.El liberalismo -ese que inspiró a los Chicago boys- no es en consecuencia una ideología, pues no es una teoría basada en conceptos previos a toda experiencia ni dogmas invariables e independientes del curso de los acontecimientos. Este no es más que la observación de hechos ya producidos, por lo que no es posible derivar a partir de él una doctrina infalible.El liberalismo -a diferencia del socialismo y el nacionalsocialismo- no fue concebido para resolver “ todos los problemas”. Muy por el contrario, el liberal acepta la realidad, entiende sin frustrarse que las imperfecciones la constituyen – pobreza, desigualdad, etc.- sin resignarse a la posibilidad de superarlas, pero ajustando las soluciones a los parámetros de la realidad. Experimentará y verá los resultados y sobre esa base irá diseñando la solución en forma similar a como lo haría un científico. Esta es la única forma de mejorar las cosas: atacar la realidad desde las posibilidades que ella ofrece, respetando siempre las dinámicas del elemento que le es más propio: la libertad.