jueves, noviembre 17, 2005

Viajes y Hoteles

Los hoteles son casas transitorias de los viajeros. En cada una de sus habitaciones está presente el recorrido de tantos de sus pasajeros, personas con historias muy disímiles, con trayectorias que alcanzan la cima y que también se hunden, a veces, en el infierno.Las esperanzas y las frustraciones se alojan en el hotel de turno. Salir del sitio propio para estar en otro, implica llevar consigo lo que uno es, tener como primer equipaje la propia realidad.
Viajero, errabundo, vagabundo, caminante, andarín, no importa cuál sea el término, es claro que vivimos una vida muy rápida, similar a una marcha que pronto acaba.
Casi siempre hay algo de precariedad en las posadas, en los albergues, en aquellos lugares en que estamos parcialmente, de paso, rozando apenas un suspiro de nuestra existencia, en los que no se debe quedar más que como un hombre cuyo andar no se apega a la tierra pisada, cuyos zapatos carcomidos por tanto caminar no se detienen en sectores que nada añaden a la biografía personal.
Hospedarse en un hotel es hacerlo con la disposición de que en ese rincón nunca nos arraigaremos. No hay raíces en una rama que se ha desprendido de su árbol. No es posible identificarse íntimamente con aquella habitación que no es nuestra, sino de tantos visitantes ocasionales y diversos. En nuestro hogar, somos; en un hotel, estamos. He allí una diferencia radical y decisiva.