

Jerusalén, "!a Ciudad del gran Rey", está en ruinas y se parece a una reina convertida en esclava. Abandonada por sus antiguos amantes, desolada y privada de su primitivo esplendor, profanada y despreciada, ella reclama la piedad de los hombres: " ¡Todos ustedes, los que pasan por el camino, fíjense bien y miren si hay un dolor comparable al mío! ". Desde el fondo de su amargura, la Ciudad infiel reconoce su culpa
¡Cómo, ay, yace solitaria la Ciudad populosa!Como una viuda se ha quedado la grande entre las naciones.La Princesa entre las provincias sujeta está a tributo. Llora que llora por la noche, y las lágrimas surcan sus mejillas.Ni uno hay que la consuele entre todos sus amantes.Todos sus amigos la han traicionado, ¡se le han trocado en enemigos! Judá está desterrada, en postración y en extrema servidumbre.Sentada entre las naciones, no encuentra sosiego.La alcanzan todos sus perseguidores entre las angosturas.
Sus adversarios están a la cabeza, sus enemigos bien felices, porque Yahveh la ha afligido por sus muchos delitos. Sus niños han partido al cautiverio delante del adversario. De la hija de Sión se ha ido todo su esplendor. Sus príncipes son como ciervos que no encuentran pasto, caminando van sin fuerzas delante del hostigador.
Jerusalén recuerda sus días de miseria y vida errante, cuando a manos del adversario sucumbía su pueblo, sin que nadie viniera en su ayuda.Los adversarios la miraban, riéndose de su ruina. Mucho ha pecado Jerusalén, por eso se ha hecho cosa impura.Todos los que la honraban la desprecian, porque han visto su desnudez; y ella misma gime y se vuelve de espaldas. Su inmundicia se pega a su ropa; no pensó ella en su fin, ¡y ha caído asombrosamente!No hay quien la consuele. "¡Mira, Yahveh, mi miseria, que el enemigo se agiganta!"
¡Llegue ante ti toda su maldad, y trátalos como a mí me trataste por todos mis delitos!Pues son muchos mis gemidos, y languidece mi corazón.