jueves, noviembre 24, 2005

Músico furtivo



Un fin de semana en la tarde. En la estación Camino Agrícola del Metro me subo al último vagón. Voy hacia Baquedano. Poco más allá, en Rodrigo de Araya, sube un hombre moreno, crespo, de regular estatura, quien, una vez que el tren ha iniciado la marcha, saca una quena del interior de su camisa y de inmediato se pone a tocar un tema de Mozart.

Un hecho insólito. Llevo años viajando en ese medio y nunca había visto algo así. No se admiten músicos, cantantes ni vendedores. Si los llegan a pillar, les paran los carros (es un decir).
El hombre de la quena lo sabe, pero en sus ojos advierto una chispa de contento por su picardía. Dentro de algunos años podrá contarles a sus nietos que fue el primero en tocar en los vagones del Metro.
Cuando el tren llega a la siguiente estación, él suspende el concierto. Puede haber un guardia cerca, y adiós negocio.Paciente, espera que se reinicie la marcha para ofrecer ahora su particular versión del “Pájaro campana”. Luego pasa a pedir una moneda solidaria y, en la estación anterior a Baquedano, se baja presuroso y feliz.
Pienso en escribir sobre este acontecimiento. Sólo me falta encontrarle un título. Tal vez, “Tocata y fuga”...

Sí, se puede

Al fin puedo decir, Si, se puede.

Que partido ...infartante de principio a fin.

Hace mucho tiempo que no veia a la catolica o un equipo chileno jugar de igual a igual con los argentinos.

Por supuestro he llamado a San rosa de las condes y me han dicho que "no quedan entradas" para ninguna localidad, obvio los exitistas estan apareciendo y los que hemos seguido a la Cato durante todo el año por la tele y en el tablon nos quedamos fuera...

Pero bueno si llegamos a la final espacio habra ya que se jugara en el estadio nacikonal.

La emocion me embarga ....CEATOLEIIII CAAAAA CATOLICA UNIVERSIDAD CATOLICA AAA .... Y DALE Y DALE ...Y DALE CATO DALE...

jueves, noviembre 17, 2005

Viajes y Hoteles

Los hoteles son casas transitorias de los viajeros. En cada una de sus habitaciones está presente el recorrido de tantos de sus pasajeros, personas con historias muy disímiles, con trayectorias que alcanzan la cima y que también se hunden, a veces, en el infierno.Las esperanzas y las frustraciones se alojan en el hotel de turno. Salir del sitio propio para estar en otro, implica llevar consigo lo que uno es, tener como primer equipaje la propia realidad.
Viajero, errabundo, vagabundo, caminante, andarín, no importa cuál sea el término, es claro que vivimos una vida muy rápida, similar a una marcha que pronto acaba.
Casi siempre hay algo de precariedad en las posadas, en los albergues, en aquellos lugares en que estamos parcialmente, de paso, rozando apenas un suspiro de nuestra existencia, en los que no se debe quedar más que como un hombre cuyo andar no se apega a la tierra pisada, cuyos zapatos carcomidos por tanto caminar no se detienen en sectores que nada añaden a la biografía personal.
Hospedarse en un hotel es hacerlo con la disposición de que en ese rincón nunca nos arraigaremos. No hay raíces en una rama que se ha desprendido de su árbol. No es posible identificarse íntimamente con aquella habitación que no es nuestra, sino de tantos visitantes ocasionales y diversos. En nuestro hogar, somos; en un hotel, estamos. He allí una diferencia radical y decisiva.

lunes, noviembre 14, 2005

El Grito de los Marginados


Francia, la patria de la Fraternidad, la Igualdad y la Libertad, ha sido sobresaltada en los últimos días por la furia desatada en los barrios periféricos de París por miles de jóvenes franceses, algunos hijos de inmigrantes y otros autóctonos, que se han unido para convertir sus propios barrios en un campo de batalla. Una combinación de múltiples factores incubó una dramática situación que estaba de años en las barriadas, pero ignorada por las autoridades, y que esperó un detonante para que estallara una profunda crisis que puede incluso extenderse por otras naciones europeas.
Sin reivindicaciones claras, sin ideología, sin líderes y sin propuestas, los jóvenes que protagonizan la ola de violencia que estremece a Francia tienen un solo punto en común: el rechazo del modelo social francés. Este estallido de pasiones sanciona el fracaso del modelo de integración aplicado por este país desde la Revolución Francesa y, particularmente, durante el último medio siglo. La sociedad francesa se encuentra en una fase de desintegración, marcada simultáneamente por el rechazo de todo lo que viene del exterior y por un repliegue comunitario por parte de las minoríasEsta explosión de violencia es la prueba de que el modelo francés de integración no ha sido capaz de funcionar ante la diversidad.
En el siglo XIX y hasta la década de 1950, el marco de aquel modelo era la república única e indivisible. Ese modelo preconizaba la supresión de toda especificidad étnica: en esa época, los italianos, españoles o portugueses llegaban y en una generación olvidaban su lengua, su cultura y sus diferencias para adaptarse al molde de la sociedad francesa. En otras palabras, más que un modelo de integración, Francia aplicó siempre un modelo de asimilación. Pero las cosas han cambiado. Ese modelo está saturado.
En nuestra época posmoderna, la realidad pasa ahora por el ajuste de elementos diferentes. Francia no ha sido capaz de aceptarlo y de hacer ese patchwork de integrar las especificidades musulmanas, africanas y otras. Cuando esto sucede, el sistema se vuelve perverso y termina por estallar, como en efecto ha ocurrido, con un grave precedente, se puede extender por otras naciones europeas, que viven la misma situación. Francia está pagando décadas de inacción política. La exclusión de las nuevas generaciones de inmigrantes es tan grande, que Francia tiene muy pocos médicos, abogados o funcionarios de origen árabe o africano y es más difícil aún encontrar sindicalistas, empresarios, diputados o ministros. Sin la inmigración Francia sería hoy un país de 40 millones de habitantes, cada vez más viejo, con un nivel de vida más bajo que el que tiene actualmente. Por eso es que el problema de la inmigración no puede estar limitado a la mera dimensión de integración. Se trata de una cuestión crucial de supervivencia.
Ver integralmente el problema y tomar medidas en la dirección de aceptar esta realidad es lo que atajará un mayor sismo, por lo pronto es un grito de los marginados.

viernes, noviembre 11, 2005

Kierkegaard y la fe

Sören Kierkegaard, de quien hoy se cumplen 150 años de su muerte ocurrida en Copenhague el 11 de noviembre de 1855), fue un pensador profundamente religioso, que abordó el tema de Dios no sólo desde una perspectiva filosófica, sino, además, muy personal.En un pasaje de su “Diario íntimo” el filósofo danés sostiene que “la fe consiste en mantener firme la posibilidad”. No perder esa esperanza es la señal del individuo religioso. Sin embargo, también la paradoja estuvo presente en sus reflexiones sobre Dios. Siendo un creyente de primera magnitud, se consideraba a sí mismo como alguien sin fe: “Siempre he declarado que no tengo fe”, escribirá en su obra “El instante”; juicio que alude a que él poseía el don de comprender y exponer el ideal cristiano, aunque, con su misma óptica, piensa que no es capaz de encarnarlo realmente.
Para Kierkegaard, la actitud religiosa responde en mejor medida a la vida real del hombre. Es una esfera irreductible, que nos sitúa ante lo absoluto. Existir ante Dios es hacerlo con la conciencia de lo eterno del propio yo. Quien ignora eso vive embebido del mundo. La fe es un sumergirse en Dios a través de su propia transparencia. Para creer hay que arriesgarlo todo, tal como se manifiesta en el caso de Abraham, un hombre que, para cumplir la voluntad de Dios, llegó al extremo de ir contra la moral y pudo, incluso, transitar hacia lo indebido: superar la casi insalvable “tentación de la ética”.

¿Imprudente?

La prudencia es una virtud moral, y por cierto cardinal, es decir, eje de las demás virtudes. Ni siquiera la mayor de todas, que es la caridad, puede prescindir de ella. Los antiguos decían que la prudencia es el cochero, el conductor de las demás virtudes: de entre los diferentes caminos, él escoge con sagacidad el que le parece más conducente para llegar a tiempo y con seguridad.No es hoy, la prudencia, una virtud que se cotice al alza. Se la suele motejar como una vieja fea, rica, solterona, fome y cortejada por la impotencia. Para los jóvenes no es más que una coartada justificante del miedo al compromiso. En el subconsciente colectivo está asociada con la lentitud, la prórroga indefinida de decisiones y el horror a hacer cualquier cosa que provoque contradicción o escándalo.Por contraste, la Biblia abunda en elogios superlativos para la prudencia, sinónimo de sabiduría .Destaca su máxima belleza y vital necesidad. La vida feliz y eterna no puede alcanzarse sin la prudencia, como lo enseña la parábola de las vírgenes necias. Jesús tuvo palabras de admirativa alabanza y llamó a imitar el ejemplo de prudencia de ese administrador que, notificado de despido, se sentó a negociar con los deudores e instrumentó un convenio de pagos en que todos salieron ganando. A sus apóstoles les recomendó ser sencillos como las palomas y prudentes como la serpiente.. Su madre dictó cátedra de prudencia en la escena de la Anunciación y en su manejo de contingencia en las bodas de Caná : “hagan lo que El les diga”.Aristóteles la definió como la recta razón de lo que se debe o puede hacer : virtud anclada en el entendimiento práctico. Para Agustín, es el amor que investiga y con sagacidad elige lo que más conviene al amor. En menos palabras, la prudencia es el amor inteligente. No le toca a ella elegir entre el bien y el mal moral ( para eso está cada una de las demás virtudes) sino entre bienes o males de distinta ponderación. De ahí sus tres conocidas instancias : ver – juzgar- actuar.Tomás de Aquino recopiló en ocho las partes o momentos que integran una decisión prudencial. Se comienza enfrentando la realidad: qué tenemos, de qué se trata, qué principios están involucrados en esta decisión. Luego se hace un raciocinio, aplicando ese principio a los hechos actuales. Se apela a la memoria de situaciones análogas. Si no las hay, se pide con docilidad el consejo de expertos. En seguida se proyectan los escenarios previsibles, según sea la decisión, y se adoptan las precauciones para aminorar los efectos negativos. Antes de actuar, se consideran atentamente todas las circunstancias : qué, quién, cuándo, cómo, dónde, a qué precio. El fiel de la balanza queda fijado por la estimativa natural, la sagacidad o intuición del que siente, tras los siete pasos señalados, “¡esto es lo que hay que hacer, y lo haré!”.En esos parámetros, las decisiones que toma la prudencia no pueden ser infalibles, ya que la mayoría de sus presupuestos tiene más que ver con lo contingente que con lo necesario. Su corrección moral dependerá de las intenciones del sujeto y de los medios que emplee. Estudiar, prever y disponer todo acuciosamente para cometer un homicidio, una violación, una estafa no es señal de prudencia, sino de criminal astucia. Esbozar, con ingenio creativo, con rigurosa fidelidad a los hechos y al derecho y con intuitivo sentido de la oportunidad una estrategia para posicionarse legítimamente en el mundo del saber, del hacer y del poder, sí merece crédito a la prudencia de su artífice.El disgusto de nuestro canciller por el inesperado viaje de Fujimori no lo autoriza a calificarlo de “imprudente”.

lunes, noviembre 07, 2005

Fracaso ideológico y liberalismo

El discurso político actual respecto del “diseño”de la sociedad ideal dista mucho de ser una novedad. Ya hace más de 2.300 años Platón -según algunos el primer comunista de la historia- intentó, sin éxito, construir su ideal de República en Siracusa. La República perfecta, pensaba, debe ser dirigida por filósofos, pues son los únicos capaces de aproximarse al conocimiento del bien. Platón era un convencido de que éste se encontraba en el mundo de las ideas y que era cognoscible sólo a través del ejercicio intelectual, específicamente, la dialéctica. La filosofía platónica nace así del rechazo a las condiciones reales del mundo y la vida planteando la existencia de realidades superiores, ideales hacia los cuales debiera dirigirse la realidad. El idealismo surge entonces, como una respuesta al sinsentido e inhumanidad que es capaz de exhibir la existencia terrenal.
Esta forma de apreciar la realidad ha permanecido en Occidente hasta el día de hoy. La resistencia a la resignación de que la realidad no es perfecta y la búsqueda constante de fórmulas que nos permitan aproximarnos a lo ideal son manifestaciones de este espíritu platónico. Pero ¿ por que fracasó Platón en la construcción de la República ideal si el diseño teórico era perfectamente lógico y coherente? La razón es en realidad bastante más sencilla de lo que parece, y es por lo demás la misma por la cual han fracasado las ideologías -socialismo y nacionalsocialismo y ahora los estados de bienestar- en construir sociedades o mundos perfectos: son contrarias a la realidad, a la naturaleza del mundo y al ser humano. Bien lo ha dicho Revel al sostener que toda ideología es intrínsecamente falsa por sus causas, motivaciones y fines por no aceptar la realidad ni como fuente de información, ni como fundamento de la acción. En lugar de servirse de la realidad para establecer principios o derivar reglas, las ideologías la niegan pretendiendo encontrar en el mundo de las ideas la respuesta a todos los problemas.El liberalismo económico por el contrario, se sirve de la observación de los fenómenos para descifrar los medios más favorables para la consecución de ciertos fines.
Reviste por lo tanto, más bien un carácter empírico en sus fundamentos lo que lo acerca a la ciencia. De hecho, Adam Smith comienza su célebre obra La riqueza de las naciones efectuando observaciones respecto del éxito de ciertos países, esforzándose luego por distinguir en su economía los rasgos y métodos que pueden explicar las diferencias en su riqueza, para finalmente extraer indicaciones recomendables. Este es precisamente el factor que explica la viabilidad y éxito del pensamiento - o método- liberal de origen anglosajón y el neoliberal posterior. Quien es liberal verá en cada problema una oportunidad, una situación susceptible de superarse siguiendo y sirviéndose de reglas del juego previamente dadas. Quien no es liberal verá un fracaso del sistema, una situación inaceptable que repugna su conciencia moral, pues a fin de cuentas, esta no se ajustará a ese ideal que posee de sociedad.El liberalismo -ese que inspiró a los Chicago boys- no es en consecuencia una ideología, pues no es una teoría basada en conceptos previos a toda experiencia ni dogmas invariables e independientes del curso de los acontecimientos. Este no es más que la observación de hechos ya producidos, por lo que no es posible derivar a partir de él una doctrina infalible.El liberalismo -a diferencia del socialismo y el nacionalsocialismo- no fue concebido para resolver “ todos los problemas”. Muy por el contrario, el liberal acepta la realidad, entiende sin frustrarse que las imperfecciones la constituyen – pobreza, desigualdad, etc.- sin resignarse a la posibilidad de superarlas, pero ajustando las soluciones a los parámetros de la realidad. Experimentará y verá los resultados y sobre esa base irá diseñando la solución en forma similar a como lo haría un científico. Esta es la única forma de mejorar las cosas: atacar la realidad desde las posibilidades que ella ofrece, respetando siempre las dinámicas del elemento que le es más propio: la libertad.